Daniel MorrisseyMelanoma |  2002

Hace unos 10 años, tenía un lunar en la sien derecha. Un día, noté que había crecido un grano en el lunar. Lo miré en el espejo y me pareció que no se veía muy bien. Fui al médico y me derivó a un especialista. Por fin, me lo sacaron y lo clasificaron como melanoma.

Me dieron folletos para leer sobre el melanoma, y lo que realmente me preocupó fue que no contaban un verdadero tratamiento. Podía recibir quimioterapia o radioterapia, pero eso solo tenía un 5 % de eficacia. Era todo lo que tenían para ofrecer. Pero luego surgió este ensayo [con ipilimumab], así que me postulé. Lo siguiente que supe fue que un médico del Hospital de Austin me llamó y me dijo que era un buen candidato para el ensayo. Lo que les gustó de mí fue el hecho de que, como trabajaba al aire libre, estaba bastante en forma. Nunca fumé y no bebía demasiado. No tenía sobrepeso, no tomaba ningún medicamento. Creo que eso es lo que prevaleció.

La primera infusión estuvo bien. En la segunda no hubo problemas. Cuando volví por la tercera, tuvieron que suspender el tratamiento porque descubrieron que tenía hepatitis. Así que estuve hospitalizado durante una semana y luego me dieron medicamentos para curar el hígado. Tras unas cinco o seis semanas, me dijeron que el hígado estaba mucho mejor y que iban a examinarme los pulmones. Desde que apareció la hepatitis no me habían hecho nada con respecto al cáncer.

Me hicieron una exploración por TAC un miércoles y el médico dijo que me llamaría al otro día con los resultados. No llamó ese día, ni al día siguiente ni al siguiente. A esas alturas, yo estaba realmente molesto y preocupado. Pensé que iba a tener que llamarlo yo, pero antes de hacerlo me llamó él y me dijo: «Daniel, ¿está sentado?» Dije: «Oh no.». Y me dijo: «Tengo sus resultados: el tumor en el pulmón izquierdo, no podemos encontrarlo. Desapareció por completo. El tumor en el pulmón derecho se redujo en un 80 %». ¡Eso sí que fue una fantástica noticia!

Leemos mucho sobre el cáncer y lo vemos, pero creemos que nunca nos sucederá. Y entonces sucede. Puedo recordar el día exacto en que me dieron mi diagnóstico: el 17 de mayo de 2012. Nunca lo olvidé. Tuve la gran suerte de que en ese momento tuve una oportunidad para entrar en el tratamiento. Si hubiese sido un par de meses después, no lo habría conseguido. Es una historia maravillosa y milagrosa. Agradezco a mi familia, a mis amigos y a la comunidad cristiana en general por el amor, las oraciones y el apoyo moral que me brindaron a lo largo de este camino. Es impresionante el trabajo de los científicos que desarrollaron la inmunología del cáncer, dando esperanzas a quienes padecen esta enfermedad en todo el mundo. Por último, quiero expresar mi profundo agradecimiento al profesor Cebon y a su equipo del Hospital de Austin. Estoy vivo gracias a él.