La inmunoterapia me dio una segunda oportunidad. Me diagnosticaron cáncer de pulmón en estadio IV, y me dijeron que me quedaban entre doce y catorce meses de vida. Pensé que me iba a morir, que iba a dejar sola a mi familia. Era una montaña rusa de emociones. Por ello, no encontré palabras para expresar mi emoción cuando encontraron algo que funcionó.
Fui cautelosamente optimista. No quería alegrarme demasiado para no decepcionarme otra vez si dejaba de funcionar. No había nada a lo que recurrir.
Los tumores se redujeron a prácticamente nada. En las exploraciones se ven algunos restos, pero si se trata de calcificaciones o tejido cicatricial no lo sabrán a menos que abran y miren. Pero todo se mantuvo estable hasta el final del ensayo, en junio de 2012.
Gracias a la inmunoterapia he tenido la bendición de presenciar tantos acontecimientos importantes y participar en ellos. Mi hija mayor, Lauren, se casó y tuvo gemelos, y ahora son cuatro. Puedo verlos crecer y adorarlos todos los días. Se comprometió cuando yo estaba con quimioterapia y no pensé que iba a poder asistir a su boda. El Dr. Gettinger me dijo: «Voy a hacer que puedas bailar en su boda».
Mi hija menor, Kristen, está comprometida y esta vez puedo acompañarla en los preparativos para la boda. Y con mi esposo acabamos de celebrar nuestro cuadragésimo primer aniversario. Han sido muchas cosas, de encuentros de exalumnos a aniversarios, todas ocasiones extraordinarias para disfrutar de momentos tan preciados de la vida.